El año de la rata
Tengo una rata en casa. No sé
dónde se esconde, pero la oigo moverse a hurtadillas y, a veces, cuando me
levanto de noche para ir al cuarto de baño, creo ver una cola larga y calva
volver la esquina y desaparecer tras la estantería.
Ayer la cosa
fue a más. Mientras me echaba una siesta, me pareció oír una vocecilla aguda.
Repetía sin cesar las mismas palabras: este
es mi año, este es mi año. Una y otra vez la misma cantinela. Y después: les voy a dar al gallo y al dragón en las
narices.
No sé si es
que yo me he vuelto loca, porque nadie vive en casa conmigo salvo mi gata (y la
rata) y el piso de arriba lleva vacío desde que los vecinos decidieron que la
zona de Usera se ha vuelto demasiado complicada para dos ancianos octogenarios
como ellos.
Sea lo que
sea, la única explicación que tengo para las voces es que la dichosa rata
hable. Ya, ya sé que las ratas no hablan. Pero tal vez es que esta es especial.
A lo mejor es que es china. A lo mejor es que es la rata del horóscopo, la de
verdad. O quizá es que, con tanta celebración, tanto farolillo y tanta pancarta
promocionando el nuevo año e informando constantemente de que este es el año de
la rata, el ejemplar que tengo en casa se ha pensado que hablan de ella y se ha
emocionado.
Esta mañana,
mientras me daba una ducha, he vuelto a oír las voces. Esta vez, sin embargo,
tenían un cariz distinto. Menos agudo. Más solemne. Decían: yo soy el dragón, la autoridad imperial.
Todos los años son el mío.
Estoy
preocupada de verdad. Oír una voz que repite las mismas palabras sin descanso
ya es, de por sí, alarmante. Oír dos voces diferentes que se empeñan en hacer
de este 2020 su año con tal vehemencia es harina de otro costal.
No sé cuánto
tiempo he pasado buscando a la rata.
Cuando lavaba
los platos de la noche anterior, he visto un movimiento veloz, más rápido que
un parpadeo, atravesar la cocina.
—¡La rata! —he
gritado.
Pero no. Era
mi gata. Y en su boca, cola y cabeza colgando a ambos lados de sus fauces
entreabiertas, la rata.
No tengo explicación
para lo sucedido después.
He oído de
nuevo, en esta ocasión con claridad sorprendente, esa voz solemne y grave. ¿Qué se habrá creído la rata esta? Poder con
un dragón como yo o un gallo como mi dueña. Pfff.
Era mi gata.
Mi gata.
He atado cabos
rápidamente. Nació en el 2012 que, efectivamente es el año del dragón. Yo nací
en el 81 que, si mis cálculos no fallan, es el año del gallo. Y la rata… La
rata era una rata. Solo espero que no sea la del zodiaco chino, la de verdad,
porque si no mi gata dragón se acaba de cargar el Año Nuevo.