Día 1
Iniciamos la travesía a bordo de
la Santa María con la intención de recoger
y catalogar muestras de la fauna, flora y minerales presentes en los siete
planetas circumbinarios que integran la galaxia HJ6543-64.
Otras dos naves, la Niña y la Pinta, abandonan la estación al mismo tiempo que nosotros, aunque
con objetivos distintos.
Nuestra tripulación está
constituida por cinco miembros: Gracia, la ingeniera, Alberto, nuestro explorador
y encargado de recoger las muestras, Rafa, el mecánico, Laura, la jefa de radio
y yo misma, Irene, capitana a los mandos de este montón de chatarra que la OEVE,
Organización para el Estudio de Vida Extraterrestre, ha considerado a bien
cedernos.
Día 19
Aterrizamos en G2-3645, un
planeta con características similares a las de la Tierra, donde la vegetación
carece de color. Todas las plantas son grises o negras. Las hay inmensas, del
tamaño de rascacielos. Descubrimos pronto que son, además, agresivas. Mucho.
Algunas disponen de espinas gigantescas que, como lanzas, arrojan sobre
cualquier cosa que se les aproxime. Es así como perdemos a Alberto.
Día 48
G2-3647. Sin Alberto para recoger
las muestras, es Laura quien toma el relevo. El planeta en el que nos
encontramos está helado. No parece que nada ni nadie lo habite. Descorazonados,
decidimos abandonarlo sin demora para encaminarnos al siguiente.
Día 54
Hemos perdido nuestro sistema de
propulsión cuando nos dirigíamos a G2-3643. Los intentos de Laura de contactar
por radio resultan infructuosos. Estamos solos, flotando en el espacio, sin
posibilidad de llegar a ninguna parte, sin puerto en el que amarrar o tierra a
la vista.
Día 55
No estamos solos. Unos pequeños
seres verdes de largos brazos y paticortos han irrumpido en el puente de mando
mientras tratábamos de comunicarnos por radio, una vez más, sin éxito. Son
molestos, chillones y no dejan de dar brincos por toda la nave. Por lo demás,
parecen inofensivos. Desconocemos de dónde vienen o en qué momento se han
colado en la Santa María. Uno de
ellos, que parece ser el jefe, permanece junto a mí todo el tiempo. Hace ruidos
extraños como si tratara de comunicarse conmigo. Por supuesto, no entiendo una
palabra.
Día 62
Los trotanaves, como hemos decidido apodarlos, parecen multiplicarse sin
remedio. Si hace una semana eran apenas seis o siete, ahora podemos contarlos
por decenas. Gracia, la ingeniera, parece haber hecho buenas migas con ellos.
Les hace gestos y ellos saltan, al parecer muy contentos y le contestan con
otros gestos parecidos mientras se desternillan de la risa.
Día 85
Los trotanaves ocupan ya casi todo el espacio físico de la nave. Se
hace difícil caminar sin pisarlos y temo que en algún momento se nos amotinen
por las penosas condiciones en que viajamos: hacinados, sin apenas víveres y
con servicios sanitarios y de higiene más que deficientes.
Día 92
He perdido a mi tripulación.
Desconozco si mis compañeras están vivas o muertas porque no hay manera de encontrarlas.
Sería como hallar una aguja en un pajar, o a tres humanas entre miles de
millares de trotanaves. El jefe de
estos hombrecillos verdes insiste en hacerme observar unos gráficos que no
entiendo en la pantalla del puente de mando. Parecen algún tipo de construcción
sencilla, dios sabe con qué objetivo.
N. del E. El Diario
de la Santa María fue encontrado en
el planeta G2-3641 por una expedición liderada por el británico Chris Tobald
Locon en el año 3521. También se encontró una construcción fabricada en metal
(al parecer con los restos de alguna nave) y de factura claramente humana, que
sirvió como base para el primer asentamiento terrestre de la galaxia HJ6543-64.
Nunca se supo qué fue de la Santa María ni de su tripulación. No se sabe nada
tampoco de la existencia de hombrecillos verdes saltarines. En la actualidad,
se atribuye su presencia en el diario de a bordo de la capitana Irene Juncosa
al delirio de una mente enferma.