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viernes, 21 de febrero de 2020

 Reto 3/24 de #24ilustraciones
 un superhéroe original 

Una niña normal, que pasa sus vacaciones de verano con su familia en un pequeño olivar rural en Andalucía, descubre que tiene superpoderes después de comer una aceituna sobrefertilizada.
Como capa usa un fardo y entre sus armas se encuentran la vara de varear olivos.
Además, usa como protección una espuerta. Tiene el poder de crear y controlar ramas de olivo y de fabricar granadas con aceitunas, pero desafortunadamente, la mayoría de ellas se las come su perro salchicha.

martes, 18 de febrero de 2020

10 mini retos de ilustración

Lucy se aburre mucho. No basta que tenga 24 ilustraciones que hacer para lo que queda de año, más todo lo que tiene pendiente. Se aburre. Así que he pensado en 10 retos extra para que se desaburra un poco. Allá van (sin límite de fecha ni orden preestablecido).

1. Haz una ilustración steampunk.
2. Haz una ilustración que sea el póster de una película o serie de televisión.
3. Haz un retrato familiar.
4. Haz una ilustración de un monstruo inventado.
5. Haz una ilustración de un transporte que no exista.
6. Haz una ilustración con piratas.
7. Haz una ilustración en la que el personaje principal sea un robot o androide.
8. Haz una ilustración que recuerde a las antiguas películas de Disney.
9. Haz una ilustración de la época en la que te hubiera gustado nacer.
10. Haz una ilustración de un pueblo abandonado.

Pues... ¡Ánimo, y al toro!

domingo, 16 de febrero de 2020

7/52 relatos ¡La fantasía es la protagonista! Esta semana escribe un relato de este género

El otro mundo



El día en que a mi hermana le diagnosticaron leucemia, aquel armario empotrado se convirtió en mi refugio.
Allí dentro podía ser lo que yo quisiera. Podía transformar mi mundo en un cascarón de luz y esperanza en la que no irrumpiera el ruido. El interior de aquel armario se volvía en ocasiones nave espacial con la que viajar a lugares desconocidos y planetas inexplorados, con la que atravesar agujeros de gusano hechos de sombra y transgredir las leyes físicas del espacio y el tiempo para encontrarme con los seres que mi imaginación preñaba. Era también aquel armario, a veces, fuerte tras cuyas puertas oponer resistencia al enemigo y orquestar batallas imposibles. Era torreón de castillo medieval y faro en mar picado. Era bastión y tienda de campaña donde regalarse un sueño.
Afuera el universo gemía, se contraía de dolor, se oscurecía y agrietaba.
Dentro era la calma.
Aquel era mi mundo. El de dentro. El de fuera pertenecía a los otros y yo no tenía el valor suficiente para saber encararlo.
En aquella época mi consciencia registraba el pulso fatigado de los días como solo puede hacerlo la consciencia de un niño. Enfrentaba la realidad, que llegaba a mí fragmentada y deshilachada, con la fantasía. Cuando el ambiente se tornaba opresivo, yo huía a aquel armario y me encerraba en él. Nunca me he sentido más a salvo que entonces, parapetada en la seguridad de aquellas puertas correderas que, al cerrarse, se convertían en mi consuelo.
Ocurría a menudo.
Ocurría en las noches de lluvia que se contagiaban de las lágrimas de mi madre.
Ocurría en las mañanas grises que aullaban desesperanza.
Sin tregua, en días de diario, con salidas en coche a deshora hacia el hospital o en fines de semana o vacaciones.
Allí dentro era la paz.
Y, cuando mi hermana murió, dejé de estar en el mundo para habitar el otro, el de dentro, el que solo yo conocía.
Han pasado muchos años desde entonces. Desconozco cuántos. Supongo que soy lo suficientemente adulta como para trabajar, aunque no tanto como para tener canas o arrugas. No sé lo que aguarda afuera. Aquí tengo cuanto necesito. En ocasiones me tienta el recuerdo y la añoranza de mis padres, de aquello que perdí y me planteo volver. Cuando eso ocurre, un dragón que amenaza a alguna de las poblaciones de mi mundo, o una batalla espacial entre facciones en guerra, reclaman mi atención y olvido que, al otro lado de las puertas de madera de un armario, mi familia sigue esperando mi regreso.

viernes, 14 de febrero de 2020

jueves, 30 de enero de 2020

5/52 relatos. Tu relato debe ser space opera y hablar sobre una travesía por diferentes planetas


Diario de la Santa María




Día 1
Iniciamos la travesía a bordo de la Santa María con la intención de recoger y catalogar muestras de la fauna, flora y minerales presentes en los siete planetas circumbinarios que integran la galaxia HJ6543-64.
Otras dos naves, la Niña y la Pinta, abandonan la estación al mismo tiempo que nosotros, aunque con objetivos distintos.
Nuestra tripulación está constituida por cinco miembros: Gracia, la ingeniera, Alberto, nuestro explorador y encargado de recoger las muestras, Rafa, el mecánico, Laura, la jefa de radio y yo misma, Irene, capitana a los mandos de este montón de chatarra que la OEVE, Organización para el Estudio de Vida Extraterrestre, ha considerado a bien cedernos.  

Día 19
Aterrizamos en G2-3645, un planeta con características similares a las de la Tierra, donde la vegetación carece de color. Todas las plantas son grises o negras. Las hay inmensas, del tamaño de rascacielos. Descubrimos pronto que son, además, agresivas. Mucho. Algunas disponen de espinas gigantescas que, como lanzas, arrojan sobre cualquier cosa que se les aproxime. Es así como perdemos a Alberto.

Día 48
G2-3647. Sin Alberto para recoger las muestras, es Laura quien toma el relevo. El planeta en el que nos encontramos está helado. No parece que nada ni nadie lo habite. Descorazonados, decidimos abandonarlo sin demora para encaminarnos al siguiente.

Día 54
Hemos perdido nuestro sistema de propulsión cuando nos dirigíamos a G2-3643. Los intentos de Laura de contactar por radio resultan infructuosos. Estamos solos, flotando en el espacio, sin posibilidad de llegar a ninguna parte, sin puerto en el que amarrar o tierra a la vista.

Día 55
No estamos solos. Unos pequeños seres verdes de largos brazos y paticortos han irrumpido en el puente de mando mientras tratábamos de comunicarnos por radio, una vez más, sin éxito. Son molestos, chillones y no dejan de dar brincos por toda la nave. Por lo demás, parecen inofensivos. Desconocemos de dónde vienen o en qué momento se han colado en la Santa María. Uno de ellos, que parece ser el jefe, permanece junto a mí todo el tiempo. Hace ruidos extraños como si tratara de comunicarse conmigo. Por supuesto, no entiendo una palabra.

Día 62
Los trotanaves, como hemos decidido apodarlos, parecen multiplicarse sin remedio. Si hace una semana eran apenas seis o siete, ahora podemos contarlos por decenas. Gracia, la ingeniera, parece haber hecho buenas migas con ellos. Les hace gestos y ellos saltan, al parecer muy contentos y le contestan con otros gestos parecidos mientras se desternillan de la risa.

Día 85
Los trotanaves ocupan ya casi todo el espacio físico de la nave. Se hace difícil caminar sin pisarlos y temo que en algún momento se nos amotinen por las penosas condiciones en que viajamos: hacinados, sin apenas víveres y con servicios sanitarios y de higiene más que deficientes.

Día 92
He perdido a mi tripulación. Desconozco si mis compañeras están vivas o muertas porque no hay manera de encontrarlas. Sería como hallar una aguja en un pajar, o a tres humanas entre miles de millares de trotanaves. El jefe de estos hombrecillos verdes insiste en hacerme observar unos gráficos que no entiendo en la pantalla del puente de mando. Parecen algún tipo de construcción sencilla, dios sabe con qué objetivo.

N. del E. El Diario de la Santa María fue encontrado en el planeta G2-3641 por una expedición liderada por el británico Chris Tobald Locon en el año 3521. También se encontró una construcción fabricada en metal (al parecer con los restos de alguna nave) y de factura claramente humana, que sirvió como base para el primer asentamiento terrestre de la galaxia HJ6543-64. Nunca se supo qué fue de la Santa María ni de su tripulación. No se sabe nada tampoco de la existencia de hombrecillos verdes saltarines. En la actualidad, se atribuye su presencia en el diario de a bordo de la capitana Irene Juncosa al delirio de una mente enferma.

jueves, 23 de enero de 2020

4/52 relatos Haz un relato que ocurra durante el Año Nuevo Chino


El año de la rata


Tengo una rata en casa. No sé dónde se esconde, pero la oigo moverse a hurtadillas y, a veces, cuando me levanto de noche para ir al cuarto de baño, creo ver una cola larga y calva volver la esquina y desaparecer tras la estantería.
Ayer la cosa fue a más. Mientras me echaba una siesta, me pareció oír una vocecilla aguda. Repetía sin cesar las mismas palabras: este es mi año, este es mi año. Una y otra vez la misma cantinela. Y después: les voy a dar al gallo y al dragón en las narices.
No sé si es que yo me he vuelto loca, porque nadie vive en casa conmigo salvo mi gata (y la rata) y el piso de arriba lleva vacío desde que los vecinos decidieron que la zona de Usera se ha vuelto demasiado complicada para dos ancianos octogenarios como ellos.
Sea lo que sea, la única explicación que tengo para las voces es que la dichosa rata hable. Ya, ya sé que las ratas no hablan. Pero tal vez es que esta es especial. A lo mejor es que es china. A lo mejor es que es la rata del horóscopo, la de verdad. O quizá es que, con tanta celebración, tanto farolillo y tanta pancarta promocionando el nuevo año e informando constantemente de que este es el año de la rata, el ejemplar que tengo en casa se ha pensado que hablan de ella y se ha emocionado.
Esta mañana, mientras me daba una ducha, he vuelto a oír las voces. Esta vez, sin embargo, tenían un cariz distinto. Menos agudo. Más solemne. Decían: yo soy el dragón, la autoridad imperial. Todos los años son el mío.
Estoy preocupada de verdad. Oír una voz que repite las mismas palabras sin descanso ya es, de por sí, alarmante. Oír dos voces diferentes que se empeñan en hacer de este 2020 su año con tal vehemencia es harina de otro costal.
No sé cuánto tiempo he pasado buscando a la rata.
Cuando lavaba los platos de la noche anterior, he visto un movimiento veloz, más rápido que un parpadeo, atravesar la cocina.
—¡La rata! —he gritado.
Pero no. Era mi gata. Y en su boca, cola y cabeza colgando a ambos lados de sus fauces entreabiertas, la rata.
No tengo explicación para lo sucedido después.
He oído de nuevo, en esta ocasión con claridad sorprendente, esa voz solemne y grave. ¿Qué se habrá creído la rata esta? Poder con un dragón como yo o un gallo como mi dueña. Pfff.
Era mi gata.
Mi gata.
He atado cabos rápidamente. Nació en el 2012 que, efectivamente es el año del dragón. Yo nací en el 81 que, si mis cálculos no fallan, es el año del gallo. Y la rata… La rata era una rata. Solo espero que no sea la del zodiaco chino, la de verdad, porque si no mi gata dragón se acaba de cargar el Año Nuevo.

Relatos seleccionados para la antología de colonización espacial

La espera ha sido larga pero ya tenemos la lista de los relatos seleccionados para formar parte de la antología de colonización espacial que...